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ESTADÍSTICAS:
La creciente estratificación de la riqueza en manos de muchas sociedades llevó a un aumento entre las diferencias sociales entre los miembros ricos y los miembros pobres de la Generación Y.
En Europa del Este, la Generación Y es la primera generación sin recuerdos maduros del comunismo o del régimen dictatorial.
Ésta soy yo
Marama Davidson
Nueva ZelandaGALERÍACONVERSACIÓN
Soy el producto de dos jóvenes amantes que se conocieron en una marcha de protesta por la tierra. Eran adolescentes entonces, y no mucho tiempo después nací yo. Para ser precisos, mis padres se conocieron mientras acampaban en las escalinatas del Parlamento en Wellington, Aotearoa. Su mundo, me contaron, era un poco diferente al mío.

Cuenta la historia que mi madre en realidad fue al Parlamento con otro hombre, actualmente una importante figura pro-maorí. Pero se fue con mi padre. Y no puedo quejarme. Mis padres se casaron y tuvieron dos hijos más.

Todo esto pasó en los 70, y los 70 y los 80 en Aotearoa fueron turbulentos en términos de relaciones raciales entre los maoríes y los päkeha (neozelandeses de ascendencia británica o europea). Se hizo algo llamado Te Tiriti O Waitangi (El Tratado de Waitingi), un acuerdo entre la Corona británica y los maoríes, firmado en 1840, que iba a proteger a nuestra gente de la muerte espiritual. Mis padres, y muchos otros maoríes, solo querían que el gobierno lo respetara.

Y entonces marcharon y gritaron. Los echaron de los campos de rugby y los metieron en la cárcel por protestar contra el apartheid en Sudáfrica. Se desnudaron para insultar a la realeza británica que estaba de visita. Pelearon violentamente con los estudiantes universitarios päkeha que denigraban las tradiciones culturales maoríes. Ocuparon supuestas “tierras de la Corona” hasta que la policía los desalojó. Y caminaron a lo largo de North Island para recordarnos las promesas del tratado.

De niña vi a mis padres luchar contra nuestros terratenientes, y con oídos de bebé oí al terrateniente gritar: “¡Malditos maoríes, deberían volver a Bastion Point!” De niña vi cómo la policía golpeaba a mi mamá y a mi papá, mientras les decían “negros bastardos”. Después, el departamento de quejas de la policía dijo “Protesta desestimada”.
Mis hijos no vieron nada parecido mientras crecían. ¿Por qué? Porque mi tiempo es diferente. Porque yo soy diferente. Porque los sentimientos son diferentes. No porque las cosas sean mejores.

No puedo hablar por todos los maoríes, ni siquiera por todas las mujeres maoríes. Mis historias son sobre mí misma, y a través de ellas emergerán los diferentes colores de las muchas käkahu (ropas) que uso: la de los maoríes, la de las wähine (mujeres), la de madre, la de esposa, la de aspirante a una carrera y la de amiga. Pero la käkahu que uso más vigorosamente es la de una joven mujer maorí que elige vivir en la ciudad. Es una käkahu que me vio crecer en Aotearoa y asistir a distintas escuelas.

Fui a escuelas de South Island para päkeha (“¡Di una palabra en maorí!”), a pequeñas escuelas rurales de Mäori Area, a internados para la "elite” de chicas maoríes urbanas, y finalmente a las enormes escuelas de la ciudad que albergaban diferentes etnias y razas. Esta käkahu era omnipresente y me brindó hermosas –y a veces cruelmente honestas– experiencias.

Quisiera recordar a dos mujeres que ayudaron a tejer esa käkahu espiritual que tengo. La primera es nanny (mi abuela), Patricia Charlotte Broughton. Yo fui su primera moko (nieta) y nací el vigésimo quinto aniversario de su casamiento con Papa (mi abuelo). Murió hace quince años y la echo de menos como si se hubiera ido ayer. Yo era muy jovencita cuando murió y se reunió con mi abuelo, dejando nuestras vidas, pero yo siento su wairua (espíritu) eternamente. La siento dentro de mí más que a mi propio corazón.

Cuando nacieron sus mokopuna (nietos), ella trataba de estirar nuestras narices chatas con sus dedos para hacerlas más puntiagudas, como las de los päkeha. ¡Sus esfuerzos fueron en vano porque aquí estamos hoy con las narices más chatas que hayan existido jamás! Cuando visitaba a algún päkeha, usaba un lápiz labial rojo brillante para que sus labios parecieran más pequeños, como los de los päkeha. Mis hermanos y yo le debemos nuestros grandes y carnosos labios a ella.

Mi abuela hablaba mi lengua nativa, te reo Mäori, e inglés de forma fluida y elocuente. Su fe en la Iglesia Católica fue el pináculo de su estilo de vida. Era una gran cocinera y amaba a sus mokopuna como si no existiera nada más. Era feroz cuando defendía a su whänau (familia); recuerdo vívidamente la vez que me llevó a su trabajo para ayudar y su jefe se negó a pagarme. No hay ira igual a la de una abuela cuando tratan injustamente a su nieto. De más está decir que, al final, recibí una buena paga ese día.

Mi abuela amaba tanto a mi padre y a sus otros hijos que cortó los lazos que los unían a la tierra natal espiritual y los llevó a la ciudad para que tuvieran lo mejor del mundo päkeha. Mi padre prosperó, pero tenía una inevitable sensación de desconexión...

Y también la tenía mi madre. Ella ansiaba ser maorí pero no siempre sabía cómo, ya que había nacido y crecido en Wellington. Mi madre, Hanakawhi Alexandra Paraone Nepe-Fox , también se entreteje en la käkahu que me protege y me nutre. Como mujer que cuida a su familia, empecé a apreciar su fuerza, su dignidad, su honestidad y su sabiduría. Mi padre y mi madre sintieron la misma pérdida que muchos de sus pares: la pérdida del lenguaje, la pérdida de la tierra, la pérdida de la mana (autoestima). La muerte espiritual parecía estar demasiado cerca de ellos.

Estoy agradecida por sus acciones radicales de las que hablé antes: yo no enfrento ninguna muerte espiritual. Pero me enfrento a cosas que mis padres y abuelos nunca enfrentaron cuando eran jóvenes que trataban de hacer su vida en este nuevo mundo.

La Aotearoa en la que yo vivo se vio obligada a reconocer el status de la cultura maorí y las promesas de protección hechas bajo el Tratado de Waitangi. Actualmente puedo acceder a muchos servicios educativos maoríes, desde Kohanga Reo (guarderías) para mis pequeños hasta wänanga (instituciones) o universidades para obtener un título terciario.
Al hablar te reo Mäori, yo tengo muchas más posibilidades de carrera que los maoríes que "no hablan el habla". Hoy me vinieron a ver por mis conocimientos y experiencia en la ceremonia de bienvenida maorí, mi destreza en karanga (un arte tradicional) y mi habilidad para los waiata (cánticos).

Es más, mis amigos y yo constantemente competimos para ver quién se ha vuelto más “Mäori Mäori”. Esto se desprende del número de piezas de arte maorí en nuestras paredes, del tamaño deI taonga (colgante tradicional) alrededor de nuestro cuello, del número de sílabas que hemos podido incluir en el nombre maorí de nuestros hijos, de cuánto tiempo podemos pararnos y mihi (rezar) sin vacilar y de cuántas prendas con diseño maorí tenemos. Estamos incondicionalmente orgullosos de lo que somos, y muy conscientes del “látigo blanco” que acompañó el ascenso de la cultura maorí en la sociedad neozelandesa.

Hoy no hay muchos terratenientes que nos digan “Vuelvan a Bastion Point”, y no hay muchos policías que nos golpeen y nos digan “negros bastardos”, pero el miedo y la inseguridad de muchos está subyacente y es más peligrosa. Elijo ignorar estos tonos subyacentes, no sé si es un poco de ignorancia feliz o la convicción de que hay gente que está demasiado lejos como para que me preocupe.
Mis padres enfrentaron una oposición evidente, un odio indiscutible y una violencia y un racismo masivos. Estas cosas existen aún, pero de manera más institucionalizadas que antes.

Pero, como dije, elijo ignorar este hecho.

En cambio, hago buen uso de las oportunidades que tengo disponibles como una joven maorí. Participé de un viaje en kayak de cuatro semanas que remonta las vías fluviales de mis tüpuna (ancestros). Estuve en expediciones de montañismo en las cumbres nevadas de las montañas Tongariro y Ngauruhoe. Participé como modelo en el Pasifika Fashion Show, que se ha convertido en un evento profesional de primera clase. Escalé acantilados en expediciones a Northland y Waikato. Y me lancé a estudiar en la Auckland University siendo madre adolescente. Trabajo con orgullo y pasión en la Human Rights Comission (Comisión de Derechos Humanos), donde me esfuerzo por afectar la vida de la gente todos los días. Estoy orgullosa de todo esto.

Los números negativos que se muestran en los informes sociales, económicos y culturales sobre los maoríes significan poco para mí. Yo no estoy en esos números; ellos no definen quién soy o cómo es mi gente. Simplemente son pautas para mi trabajo, pero yo no necesito que me lo digan los informes.

Algo que sí me define es el trabajo de mis tejedores, de aquellos que han contribuido a hacer mi käkahu espiritual. Lo más importante, son mi abuela, mi madre y mi padre.

Empecé este relato contándoles sobre mi whakapapa (genealogía); por lo tanto, me parece apropiado finalizar haciendo también referencia a ella. Específicamente, quiero hablar de mi madre. Con todos los ríos y montañas que conquisté, mi título universitario, mis logros como modelo, mi significativa y gratificante carrera, y mis vastas experiencias en el mundo, solo espero poder reflejar un poco lo maravillosa que es mi madre. Sin que nada de lo que enumeré antes se aplique a su nombre, es una madre, esposa y abuela extraordinaria y mi eterna fuente de sabiduría, conocimiento y alimento para el alma. Solo necesita ser ella misma para ser grandiosa, y me ha guiado a lo largo de mi vida como una mujer maorí. Es la más grande artista para modelar personas; ha tallado dentro de mí el amor por mi whänau (tierra natal), por mi hapü (clan) y por mi iwi (comunidad). Estoy obligada por este amor y lentamente haré lo que sea para que el mundo se dé cuenta.

Na reira, nga mihi nui ki a koutou, tënä koutou, tënä koutou, tënä tätou katoa. Hasta ese momento, mi más cálida admiración y respeto para todos ustedes, y para todos nosotros.

Ésta soy yo
Hikurangi es la montaña
Waiapü es el río
Ngäti Porou es la tribu
Y del lado de mi padre. . .
Te Ramaroa y Panguru son las montañas
Whirinaki y Hokianga son los ríos
Te Hikutu y Ngai Tupoto son las subtribus
Ngäpuhi y Te Rarawa son las tribus
¡Aliento de vida!


Ko Ahau Tënei
Ko Hikurangi te maunga
Ko Waiapü te awa
Ko Ngäti Porou te iwi
Ki te taha o töku päpa
Ko Te Ramaroa me Panguru ngä maunga
Ko Whirinaki me Hokianga ngä awa
Ko Te Hikutu me Ngai Tupoto ngä hapü
Ko Ngäpuhi me Te Rarawa nga iwi
Tihei Mauriora!
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Marama Davidson (Nueva Zelanda)
29 April 2010 - changes again! Hubby and I are proud parents of 6 children from 16 to 1 year old. I am still relishing my role working for the New Zealand Human Rights Commission which challenges me to make human rights relevant for everyday people.
Marama Davidson (Nueva Zelanda)
29 April 2010 - changes again! Hubby and I are proud parents of 6 children from 16 to 1 year old. I am still relishing my role working for the New Zealand Human Rights Commission which challenges me to make human rights relevant for everyday people.
Marama Davidson (Nueva Zelanda)
Since I submitted this story many things have changed in my life. I am now a single mum and had another baby along the way, Manawa my son is currently 15 months old. So with my two girls and this baby, I am really blessed to be enjoying being a mum.
Tony (Estados Unidos)
Dear Marama,
I have never been to New Zealand, so I couldnt say I know, but it sounds very much alike of the story my parents tell me of when they were growing up. I was born and raised in NYC, and from what my parents say, back in the 1960's and 1970's, it was like a different world. Everyones perception on eachother was backwards. You have good meaning, I loved every part of it!
-Tony M.
Miriam Bier (Nueva Zelanda)
Kia Ora Marama, thank you for your story.
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