Quantcast IMOW - Carta desde Obuxiv
Artículos
Temas
Amor
Relaciones en tiempos cambiantes. Vea las historias>>

El Dinero
Las mujeres que trabajan hablan sobre finanzas. Vea las historias>>

Cultura y Conflicto
¿Estamos destinadas a no estar de acuerdo? Vea las historias>>

El Futuro
Visualizar los próximos 30 años. Vea las historias>>

Lo mas destacado
Historias destacadas en películas, arte, música y más. Vea las historias>>

Guerra y diálogo
Hablando desde la guerra. Abogando por la paz. Vea las historias>>

Hombres jóvenes
Nuestra generación: hablan los hombres jóvenes. Vea las historias>>

Maternidad
Las mujeres se sinceran sobre el embarazo, la crianza de los hijos y la elección. Vea las historias>>

Imagen e identidad
Las apariencias no son todo, ¿o sí? Vea las historias>>

Festival de cine online
31 películas de directoras de todo el mundo. Vea las historias>>

Definiendo a una generación
¿Quiénes son las mujeres jóvenes hoy? Vea las historias>>

Lo mejor del concurso
Vinieron, vieron y comentaron. Aquí están los ganadores. Vea las historias>>
Conversación
¿Qué define a su generación de mujeres?
Tema seleccionado



PÁGINA DE INICIO  |   PRUEBA PRINCIPAL     |   ARTÍCULOS     |  CONVERSACIÓN    |  EVENTOS  |  TOMAR MEDIDAS  |  ACERCA DE
Búsqueda:  
  IR  
REGISTRAR  |  INICIAR SESIÓN Cambiar Idioma»    Invite a un amigo »
OPCIONES DE ARTÍCULO
LEER ARTÍCULO EN
IMPRIMER
GUARDAR PARA SU COLECCIÓN
SUSCRÍBASE AL ARTÍCULO
ENVIAR ESTE ARTÍCULO A UN AMIGO
AGREGAR SU ARTÍCULO
Tomar Medidas
Haga una donación para Global Fund
Ayude a Global Fund for Women a promover relaciones sanas para las mujeres de todo el mundo.
Ayude a terminar con el racismo.
Ayude al World YWCA en su esfuerzo para eliminar el odio racial y étnico.
ESTADÍSTICAS:
También se observa que el apoyo hacia los controles a la inmigración están extendidos en África, Asia y Latinoamérica, sin las diferencias generacionales de Europa y Estados Unidos.
Carta desde Obuxiv
Cristina Teresa O'Keeffe
Estados UnidosGALERÍACONVERSACIÓN
El lugar donde vivimos ahora está más o menos igual que siempre, la diferencia es que no siempre estuvimos aquí para verlo.

Hace dos meses que vivimos en Obuxiv. Nuestras maletas vacías todavía están en fila bajo el escritorio cerca de la ventana en nuestro cuarto brillantemente iluminado. Me encuentro a mí misma mirando por la ventana y luego a las valijas preguntándome si me podré esconder dentro de alguna. Preguntándome cuánto tiempo más podré permanecer aquí sin volverme loca. Preguntándome si alguna vez me despertaré sintiéndome en casa.

El timbre suele sonar pero nunca logro abrir la puerta. Siempre hay alguien que corre con una llave y yo me quedo atrás para no interferir con este ritual. Trato de no ser una carga para mi familia que parece ya llena de cargas, reveladas en cuencos llenos de borsch, varenikes e interminables platos de galletas que ruegan ser comidas por mujeres con dientes dorados.

Me siento a la pequeña mesa de madera de la cálida cocina y me hablan en una lengua que no entiendo. Simplemente como y asiento ante palabras que a veces suenan familiares pero que son solo ecos de cosas que solía saber. Asiento con la cabeza hasta que me siento mareada. Digo: “sí, sí”, sin saber nunca con qué estoy acordando.

Después de que anochece, me dejo ir tranquilamente por el vestíbulo de olor amargo, mintiendo sobre algo que necesito comprar en la tienda. Ellos no me entienden y todos sonreímos y simulamos que esto es normal.

Vago por las calles y trato de olvidar dónde vivo. Quizás la policía venga para llevarme a casa, mi verdadera casa. Pero no puede ser.

Cuando vuelvo, veo cierta excitación en los ojos de mi familia. Alguien estuvo tratando de comunicarse conmigo. “De América”, repiten una y otra vez. La idea de esta comunicación me gusta y a la vez me da miedo. Nunca sé si me va a alegrar o a entristecer no estar al otro lado de la línea. Finjo no entender y me voy a mi cuarto, cerrando sin hacer ruido la puerta de madera. Ellos ven a través del vidrio pintado. Saben que no estoy durmiendo.

Sé que trataste de escribirme, de llamarme, de mandarme pequeños paquetes envueltos con hilo de bramante. No siempre estoy aquí para recibirlos. A pesar de todos los esfuerzos por permanecer recluida, sí tengo una vida aquí. Suelo ir a clases donde aprendo a hacerme entender con palabras que nunca pueden verdaderamente capturar cómo me siento. Otras veces, me subo a una furgoneta que me lleva al centro de una ciudad distante donde sigo sin ser entendida, pero a mayor escala.

Mientras viajo, recuerdo lugares en los que he estado y los comparo con donde estoy ahora. Pienso en cosas que hicimos juntos y trato de mandarte las imágenes. Pero no creo en la magia. No creo en la percepción extrasensorial. Tampoco creo todos allá en casa todavía sigan yendo al trabajo, al bar, sigan casándose y muriendo. Lo podría creer si tú estuvieras aquí para contarme las historias y describirme las escenas que solo puedo fingir que conozco. Podría creerlo si estuviera en casa para verlo. Podría creerlo si ambas cosas sucedieran al mismo tiempo: tú no abandonas tu vida ni yo la mía y de alguna manera hacemos que funcione. Logramos no ser extraños aun cuando casi ni hablamos.

A pesar de lo que digo, la vida aquí es significativa. Lo que aprendo puede llenar ciudades enteras pero las cosas que recuerdo son pocas y lejanas. No estoy segura de que esté aprendiendo todo lo que quiero, viendo todo lo que necesito, sintiendo tan profundamente como quisiera.

La verdad es que dejé de sentir realmente cuando llegué acá. Río. Lloro. Pero en pequeñas y aisladas dosis que evitan una catarata de emoción que grita y llora por el hogar perdido y por no adaptarse y no entender. YA NE ROZ-OH-ME-YOU. No estoy entendiendo. No entiendo. No me entienden. La gente de acá ve lo que yo veo pero no entienden de dónde soy. La gente allá en casa sabe de dónde soy pero no ven lo que yo veo. Hay demasiada información que se pierde en ambos lados y estoy cansada de construir puentes. Solo quiero dormir.

Me debato entre querer saber sobre la vida más allá de este lugar y no querer saber las cosas de las que ya no puedo ser parte. Por ahora, por favor no me mandes más cartas. No escribas. No llames. Dejé de recibir estos tributos de donde vengo. Solo recibo pensamientos. Piensa en mí porque yo suelo pensar en ti en pequeños y tranquilos lugares aquí en Ucrania.
MARCAR ESTE ARTÍCULO PARA REVISO
COMENTARIOS SOBRE ÉSTE ARTÍCULO
Agregar
Imagining Ourselves Team (Estados Unidos)
Do you have to be far from home to feel like you don’t fit in?
 
Artículos agregados (0)
Agregar
ARTÍCULOS RELACIONADOS (18)

 
Jasmine Shwu-fen Lee
Taiwán
Me intriga el fenómeno multicultural que observo desde que...
IR AL ARTÍCULO »
Indigo A. Williams
Australia
Estas imágenes muestran partes de una identidad transracial...
IR AL ARTÍCULO »
Heba Farid
Egipto
Nací en El Cairo en 1996, durante una época en la que Egipto...
IR AL ARTÍCULO »
Nina Torcivia
Estados Unidos
Viajar en tren en la India no te ofrece opciones de viajes...
IR AL ARTÍCULO »

©Derechos Reservados 2008 International Museum of Women / Política de Privacidad y Descargo de Responsabilidad / Traducido por 101 Translations / Cambiar Idioma
El contenido de esta exhibición no necesariamente representa las opiniones del International Museum of Women, o sus socios o patrocinadores.