Soy diferente a mi madre porque ella era una camellera; es decir, cuidaba a los camellos. La leche de camello no tiene azúcar ni grasa y posee un alto contenido de calcio. Esto hace que cualquiera que crezca bebiendo leche de camello tenga huesos fuertes. Los cuidadores de camellos terminan siendo también buenos luchadores.

Gracias a su resistencia y práctica, mi madre también se convirtió en una extraordinaria luchadora. Fue la mejor luchadora de su tiempo; verdaderamente no tenía par, y los hombres temían luchar con ella. Mi madre nunca luchó con nosotros, sus hijos, y nunca nos golpeó. Era muy buena y compasiva, y los vecinos siempre se quejaban de que era demasiado indulgente.

Pero cuando quería que se hiciera algo tenía una mirada que decía "mejor que hagas lo que te digo". Las cosas que quería que hiciéramos incluían: que nos bañáramos, que usáramos ropa limpia, que durmiéramos la siesta cuando no íbamos a la escuela y, en mi caso, que me lavara el cabello dos o tres veces por semana. Debíamos levantarnos temprano para prepararnos para ir a la escuela y también debíamos hacer la tarea. Mi madre nunca fue a la escuela, pero quería que nosotros tuviéramos la mejor educación posible.

Estudié y nunca tuve que ocuparme de los camellos. Mi madre nunca habría soñado con ir a la universidad, pero yo tengo un título en conflictos armados de la Universidad de Nairobi.