Para poder dormirme, empecé a contarme cuentos. Uno de mis favoritos era una aventura de ciencia ficción en la que yo, una terrícola de cabello púrpura, libraba una guerra sin fin contra criaturas del espacio exterior.
No era la guerra lo que me entretenía. Lo que me tranquilizaba y nunca fallaba para hacerme dormir era que, en mi guerra soñada, el mundo estaba unido. Todos eran identificados como "terrícolas" y nunca como "indonesio", "chino" o "chino-indonesio". ¡En mi guerra, al enemigo del espacio exterior no le podía importar menos de qué nacionalidad era cada uno de nosotros!
A pesar de que eran un escape infantil, mis cuentos constituían un gran alivio de mi vida diaria. Me veían -y, como resultado, yo me veía así- como una forastera. Crecí con la etiqueta de "china" y me enseñaron a sentir culpa por serlo.
No tenía raíces. Mis padres y abuelos habían descartado sus nombres chinos originales para asimilarse. Pero cambiarte el nombre no cambiaba las actitudes de la gente y no cambiaba tu cara. Mis amigos de la infancia me preguntaban si pensaba hacerme una cirugía plástica para hacer que mis ojos fueran más grandes y no tan rasgados.
Cuando era una niña que vivía en Indonesia, la gente me preguntaba "¿De dónde eres?". Bali no era una respuesta aceptable. Me preguntaban de nuevo: "¿Pero de dónde eres originalmente?".
Mis tatarabuelos vinieron de China casi un siglo antes de que "Indonesia" declarara su independencia y, en algún lugar del árbol genealógico, la sangre genuinamente balinesa se mezcló. Sin embargo, siempre dudé en contar esa historia tan larga. Al crecer, aprendí que la gente te encasilla simplemente porque no les importa.
Soñaba con algún día poder gritar que no era otra cosa que una "ciudadana del mundo".
De grande, sin embargo, me di cuenta de que el mundo no es tan simple. La única manera realista de ser una ciudadana del mundo es tener pasaportes de todos los países del mundo. Y, aunque fuera legalmente posible, ¿podría lograrse en el transcurso de una vida?
Where Do You Originally Come From brotó de mi fascinación por los pasaportes y mi deseo de un mundo sin fronteras, nacionalidades y divisiones. Es una cabina que se parece a los puestos de migraciones en los pasos fronterizos y habla sobre la confusión humana respecto a la identidad personal y cultural versus la identidad nacional.