Me imaginaba un entorno inhóspito, gris y duro que, una vez al año, explotaba de color. Les escribí pidiéndoles fotos del concurso y empecé a buscar una manera de obtener acceso a la prisión.
Esta historia me hablaba emocional, intelectual y visualmente. Pero, sobre todo, me hizo explorar una pregunta que me ha atormentado por años: ¿Qué me habría pasado si no hubiera dejado la Unión Soviética cuando era niña? ¿Qué giros habría dado mi vida si hubiese vivido uno de los momentos más caóticos pero a la vez más estimulantes de la historia? ¿Me habría inclinado hacia la droga y la violencia? Quizás habría sido una de esas jóvenes sobre el escenario en la UF 91/9.
A lo largo de nuestro mes de filmación, supimos que esto no iba a ser una investigación sobre las condiciones de la prisión o una historia sobre derechos humanos, sino una película que documentara las historias personales de las protagonistas. Visitamos sus ciudades natales y hablamos con sus familiares y amigos. Esto cubrió pueblos y suburbios que usualmente escapan a la atención de los medios internacionales.
Seguimos las vidas de Tatiana, Yulia y Natasha. Filmamos a Tatiana en su audiencia de libertad condicionada, en la que esta persona increíblemente vibrante y magnética temblaba mientras estaba parada frente al juez. La naturaleza dulce y amable de Yulia, en contraste con la explosiva Tatiana, hizo que nos preguntáramos cómo había ido a parar a la cárcel. Natasha fue como un accidente feliz. Estaba viviendo en Voskresenka, un pueblo en el medio de la nada, y estábamos convencidos de que no la íbamos a encontrar. Fue un desafío reflejar en la pantalla su compleja historia.
Mi objetivo era hacer un tríptico: una mujer que había vivido la experiencia de esta prisión y ahora estaba libre; una que estaba a un paso de ser liberada y otra que estaba aún atrapada en la cárcel. Filmamos a cada una en puntos diferentes de sus vidas, pero todas habían vivido el concurso de la prisión.
Ganar la confianza de la gente y lograr que se abriera también fue un desafío porque, en este rincón del mundo, los reality shows y el programa de Oprah no son parte de la vida de la gente. No están acostumbrados a las cámaras o a desnudar sus almas ante extraños.
Durante la filmación y la edición, me aseguré de no objetivar nunca a las mujeres. Para mí, era importante no explotar su feminidad o su sexualidad. Quería mantener su belleza, tanto interior como exterior, y su dignidad. No quería hacerles sentir que eran reclusas impotentes. Quería que se sintieran como seres humanos y me aseguré de que el producto final respetara su humanidad.
Para mí, esta película fue un reto. A menudo, los cineastas se deciden por una historia y la siguen durante años y años y terminan con cientos de horas de rodaje. Con este film fue diferente. Nuestro objetivo era tomar una instantánea de la gente en un cierto punto del tiempo y el espacio; y ese fragmento de sus vidas es lo que ustedes ven en la pantalla.